Los últimos humanistas.




Ya habían pasado 5 meses de pánico, conmoción, dolor, impotencia e incertidumbre en el ambiente de las grandes potencias mundiales; China hacia frente al mismísimo ángel de la muerte, que parecía no saciarse y se llevaba con él a cientos de seres humanos de esa parte del mundo y con todo esto, otras naciones no cerraban sus fronteras.
La economía hace mucho tiempo desplazo el humanismo, pero este último nuevamente parece salir victorioso y ya veremos de qué forma.
     Al otro lado del mundo donde la pobreza y la ruralidad son ahora una bendición, donde existe el abandono estatal y donde el analfabetismo es aliado de los caudillos políticos, esos a los que por estos días nadie los quieren ni ver, así lleven productos para soliviar un hambre de almuerzo, ahí en ese otro lado, existe un grupo de humanistas, los llaman campesinos.
Con estilo de vida que quizá meses atrás nadie comentaba o a nadie importaba, son ahora la envidia de millones de citadinos confinados por el Covid 19. Dóciles, humildes, nobles, agradecidos, sencillos, tímidos, estas y muchas más son las características de mis estudiantes de sector rural. Descomp0licados en su forma de vestir y con el aroma a campo en sus cuerpos reciben un tipo de educación que no responde a sus realidades y que denota un sistema educativo con falencias, perverso que solo busca confinarlos en su “cruel realidad” la de pobres.
Se enteraron del Coronavirus porque la mayoría de sus docentes somos de la ciudad y todos los días vamos a enseñarles cosas básicas y hacerles creer que pueden crear un proyecto de vida emprendedor, prospero o rentable; la verdad es que ya he visto 5 generaciones que, en un número representativo, terminan en el ejército o en las filas de grupos al margen de la ley, con cartones de certificados del SENA, en las filas del desempleo o en la casa de familias adineradas como personas del servicio.
     Esas son las primeras experiencias de mis estudiantes en lo laboral o en su mayoría de edad, después vuelven. Vuelven a su vereda, a su familia, a sus costumbres, a su contexto agrario, campesino, de saberes ancestrales y del amor por la tierra, a los animales y su comunidad. Van y vuelven, extrañan y aman a la vez lo que fueron, son y serán, porque apenas se enteraron del ángel de la muerte y su insaciable sed, todos se confinaron como comunidad.
Se organizaron, tomaron decisiones, cerraron sus fronteras y resguardaron sus generaciones futuras. Saben que son la despensa de la ciudad, pero no son rencorosos y aún envían para nosotros alimentos frescos, baratos, ricos y orgánicos.
Trabajan unidos y se dan el gusto de caminar libremente por su amplio territorio, se distraen haciendo deporte, creando arte y fortaleciendo su cultura, si esto no es humanismo entonces qué es?; si el humanismo es buscar un bienestar general, los campesinos lo son.
     Por estos días todo ha cambiado y la educación no es la excepción, debemos continuar “educando” de manera virtual pero, allá solo hay una sala de sistemas con sesenta computadores, un plan de internet suspendido por falta de pago y un docente de sistemas, también en cuarentena, y súmele a eso una mala señal por la geografía de la zona. En fin, el estado no da tregua y si quieres tu salario debes mostrar evidencias. Pues se decidió dejar tareas sencillas, donde no se necesite investigar en libros, porque no hay internet para descargar información, así que se recurre a hacer lectura de contexto, algo más del lado de la educación popular.
Pues mi estrategia fue involucrar la familia, trabajar desde lo experimental, lo significativo, lo trascendental, principios y valores, algo de salud mental y emocional. Y vaya sorpresa que me llevé cuando tuve mi pico y cédula, me comunique con el rector y la comunidad para mi respectivo permiso de tránsito. Llegue a la entrada de la vereda y encontré a varios de mis jóvenes estudiantes, quienes me recibieron con una sonrisa y además mucho alcohol, agua, jabón y cal para mis zapatos. Me anotaron en una planilla de entrada, lavaron las llantas de mi moto y dijeron mi nombre por el alta voz. El megáfono es la forma de informar a los habitantes de la vereda, esta vez informaron que había llegado el “Profe Bernardo”, no pasaron ni diez minutos y mis estudiantes no llegaron solos, venían con sus familias completas, con las tareas resueltas y con cilantro, huevos, panela, tomillo, papas, yuca, en fin, alimentos para mi cuarentena.
       Charlamos un buen rato, preguntaron por todos; esa gente “analfabeta”, “olvidada”, “ignorante” me deseo muchas bendiciones y se despidieron de la siguiente manera, “cuídese profesor, cuide su familia, por nosotros no se preocupe, eso solo le da a la gente blanca”.


Por: Luis Bernardo Hurtado Camayo

Comentarios

  1. Pues genial, esa es la clave buscar en la dificultad infinidad de oportunidades, ser creativo y recursivo, usar la intelignecia emocional para transcender de la queja a la solución, ser parte de las oportunidades y las alternativas para ser resilientes.

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