Mi vecino el burócrata confinado


Se despierta, hace flexiones, toma su baño y luego fuma, abre su portátil nuevo para trabajar. Se pone una piyama a rayas y agradece piadosamente producir en la tranquilidad de su apartamento en la capital.  A medida que el día avanza, las reuniones en Zoom se alargan, apaga el micrófono y la cámara para seguir viendo su serie favorita de Netflix. El sistema no agoniza, mientras ellos trabajen con prisa, al ritmo de los inversores y las líneas de la economía impuestas por el Fondo Monetario Internacional.

Analiza las encuestas, responde los correos con diligencia y revisa la prensa con indiferencia de lo que se pueda encontrar. Respira profundo y fuma, las noticias no lo perturban, el país en el mismo estado, sin novedad, hay que trabajar.  El medio día llega tan pronto, mientras cumple con el pedido, de actas, decretos y recibos, no importa que el hambre apremie porque el señor de los domicilios ya llegará. Almuerza un buen pescado, con vino blanco y helado, luego del café importado, se dispone un rato a descansar.

A las dos de la tarde comienza formulando encuestas, envía también la cuenta del último proyecto que debe cobrar; entonces ya son las cuatro, se siente muy satisfecho, el día le ha rendido, puede respirar. Se prende otro cigarrillo, revisa Twiter, Facebook e Instagram.  Después, hace una llamada, pide un whiskey, soda y empanadas, al supermercado del conjunto cerrado que funciona con antiséptica normalidad.

A las ocho de la noche ya está borracho, se une a la video llamada de los entrañables amigos de su buffet empresarial. A grito herido expresa su admiración por las decisiones que en las últimas horas ha tomado el presidente y sus colaboradores.

Media noche, es hora de bajarle a la fiesta, porque mañana es miércoles y hay que trabajar. Se despide de sus colegas, y les propone otro encuentro en el fin de semana de confinamiento total.  Queda pendiente entonces, para la próxima video llamada, los detalles del chisme de la mujer del senador con el hijo del general.

A la una, ya se ha dormido, tranquilo, lleno y con la indigestión en vilo, esperando un nuevo día de distanciamiento social.


Por: T.Bí-19


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