Sin Estado ni familia ni religión.
Siempre fue en su casa. El descorche de vino era tan habitual como un shot de tequila. La alternancia entre uno y el otro era ya de tamaño esquizofrénico. Gracias a Dios o a quien sea, para estas fechas la locura puede ser entendida como un estado de normalidad siempre y cuando sea normal para los que vivan la locura. Y cabe destacar que ahí nunca hubo nadie más y si hubo alguno se sentía cómodo ¡y ya está! Nada de alteraciones ni de casualidad.
Risas. Joder… uno sí puede reír. Hablamos
de todo. Claramente nuestras conversaciones tenían que ver con los pájaros, las
arañas y esas cosas que viven cuando existen los árboles en abundancia. Era la
desolación lo que nos llamaba la atención. La ausencia de mosquitos y árboles
en la ruta a la licorería. Que divertido es reír en la normalidad de uno. Hace
que las cosas sean más normales. Distiende la neurosis, la psicosis, la
política, ablanda hasta al amor y lo hace más normal. Siempre todo sin alteraciones
ni casualidad. Compartimos pensamientos simples como la idiotez de los
políticos, la religión y lo graciosas que deben ser las puertas del cielo
cuando José recibe a sus adeptos. El chiste de José orinando desde las nubes,
era un relato verdadero que sucedía cada vez que llovía y nosotros danzábamos
cada vez que José, anquilosado en las puertas del cielo iba a una nube -como si
para un borracho fuera un árbol- a orinarnos en su cielo sacrosanto. -Orina de
chinos - le decía mientras orinaba en un árbol. Orina de chinos lavada por el
mar y transportada por las nubes -le decía-, y ella bailaba en la inmensidad
del globo terráqueo mientras dios en su frontera clasificaba a moros y cristianos,
evangelista y judías, mormones abstemios y católicas derrocadas. ¡Sin perdón!
Cómo sería el cielo sin perdón. Estaría vacío, estaría peor que una frontera
llena de venezolanos varados en las rutas de Aguas Blancas hacia Mar del Plata.
Un montón de gente sin plata llena de sueños de un paraíso sin tierra, ni
cielo, ni ánimos. Al final todo era tan cómico porque cagábamos de risa
mientras me echaba una meada a un árbol vivo sin cortar.
Las banderas y su anarquía. Su desfundada
anarquía y repudio a este sistema político de mierda que nos desnuda como a
niños en mitad de una agresión sexual en medio de risas de memes de Facebook
que festejan la democracia blanda de un bancerismo instalado en nuestra
conciencia política como sujetos de clase. Y es que era tan elocuente. Hacía
que mis payasadas sobre el meo de los chinos destilado por el mar sean la punta
de una nube que nos llueve olor a mierda con sabor a agua donde todos, actores
políticos de esta democracia de mierda, se refugian en sus casas de cemento, o
como ella las llamaba: ¡mamotretos! Al final nunca supe si para ella un
mamotreto era un sujeto imbécil o una construcción de ladrillos y cemento.
Confieso que aún no lo sé.
Tercera parte.
Nos sudamos la frente. Las curvas de la
espalda son cosas que nunca se olvidan. Las nalgas son cosas que nunca se
olvidan. El entorno de los senos son cosas que nunca se olvidan. No sé si es
habitual encontrar sábanas blancas en una cama, cobertores blancos, colchones
blancos, almohadas blancas. Desde niño mis colchas tuvieron dibujos, luego
tuvieron grabados y luego, pues, me compré sábanas de color. Dormir es un acto
proporcional al cansancio, a la procrastinación, a la resaca… Pues intenta
sumarlo todo y ponte a hacer el amor. Después
de haber hecho el amor siete veces pídete un pique macho y cómetelo y antes de
digerirlo fornica otra vez con amor. Métete en las sábanas blancas, mézclate en
las sábanas y pon la almohada debajo de su pelvis. Procrastina el sueño en
medio de besos y recetas. Deja que te mee y te abrace. Lámele el coño. Abre los
ojos deja sus labios acariciando tu frente. Deja sus manos limpiándote la boca.
Deja que ablande tu pene en medio de caricias y te sacie los suspiros. Después
vayan a bailar.
Cochabamba, 14 de mayo de 2020.
Por: Daniel de La Fuente
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